domingo, 5 de julio de 2009

"Agricultura inteligente" en Brasil

Combatir el cambio climático a través de agricultura rentable, sostenible y que protege a largo plazo la naturaleza.Esto es lo que busca el proyecto “Agrobrasil Bioenergía” en el estado de Piauí, en el noreste brasileño.

A bordo de un viejo Jeep, recorro caminos de tierra flanqueados por parcelas de todos los tamaños pertenecientes a los agricultores miembros de la cooperativa que lleva a cabo el proyecto.

Me encuentro a 15 kilómetros de la ciudad de Parnaiba, en una enorme extensión de terreno de 1400 hectáreas dotadas con las condiciones de regadío e infrestuctura necesarias.

Es el escenario para llevar a cabo este innovador proyecto de lo que se conoce como “agricultura integrada”, un modelo que busca el aprovechamiento inteligente de los recursos naturales.

“El cambio climático se ha puesto de manifiesto en las recientes crisis alimentarias en nuestras economías y exige un nuevo modelo de desarrollo sostenible, que ponga al mismo nivel de prioridad los beneficios para los hombres con la salud y la supervivencia del planeta”, me dice al volante del vehículo Edson Teófilo, director del proyecto y un economista apasionado por la agricultura.

“La agricultura tiene su papel para contener el cambio climático. Mi proyecto muestra que es posible trabajar con el concepto de entropía en la naturaleza: un equilibrio natural que se regula a si mismo. Se trata de utilizar los residuos, no contaminar y hacerlo todo de forma sostenible y orgánica sin usar fertilizantes químicos que dañen el suelo”, asegura Edson, una verdadera enciclopedia de los procesos de cultivo.

Sin agroquímicos “La agricultura es como la medicina, uno aprende a base de experimentar. No hay certezas absolutas y yo sigo aprendiendo cada día”. Más allá de esta modesta declaración, la experiencia de Edson en el terreno agrícola se extiende a lo largo de 40 años de trabajo en el área de desarrollo rural y también como consejero en algunos de los más prestigios organismos del planeta. Entre ellos, la FAO, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola.

El proyectO "Agrobrasil Bioenergía" tiene como objetivo desarrollar un sistema de explotación que reduzca el impacto de la agricultura intensiva sobre el medio ambiente a través del aprovechamiento total de los residuos orgánicos y el uso de combustibles y energías renovables. Los monocultivos conducen inevitablemente con el paso del tiempo a plagas que sólo es posible combatir con productos químicos, asegura Edson. En cambio, respetando el principio de la biodiversidad en las parcelas, se combinan distintos tipos de cultivos y arbustos en los que habitan controladores naturales de pestes, evitando la propagación de plagas inherentes a los monocultivos.

Así, cultivos alimenticios como la mandioca y la acerola, comparten espacio con plantas destinadas a la producción de bioenergía tal como el babazu y la jatropha.

Acerola, rica en vitamina C

La acerola es uno de los cultivos estrella de la cooperativa. Su alto contenido en vitamina C hace que la mayoría de la producción se venda a la empresa estadounidense Nutrilite para la producción de pastillas de esa vitamina. Es un negocio rentable que ha hecho que muchos de los antiguos jornaleros se hayan convertido hoy en pequeños productores agrícolas.

Antonio Romao, miembro de la cooperativa, pasó de ser jornalero a convertirse en emprendedor tecnificado y totalmente orgánico. Sus seis hectáreas de acerola han hecho que sus ingresos netos mensuales se hayan disparado hasta los US$4000. Antes de convertirse en productor, Antonio apenas conseguía subsistir con un salario de US$80 dólares.

“La mejora de las condiciones sociales es parte integral del proyecto”, asegura Edson. “La cooperativa actual tiene 25 productores orgánicos y en el futuro esperamos aumentar el número de socios-productores hasta 310”.

El suelo que rodea los árboles de acerola está cubierto de residuos orgánicos, hojas y ramas. Esto, que a primera vista parece fruto de la casualidad, es parte del sistema. Las ramas de la palmera de carnauba tienen un alto contenido en carbono y esparcidas alrededor de los árboles, mantienen el suelo cubierto para controlar la humedad y la absorción de los nutrientes que están en el abono orgánico. Un ejemplo muy simple de una técnica fundamental a la hora de aumentar la productividad y controlar las malezas que afectan a la planta.

Biokeroseno para aviones
Uno de los aspectos más novedosos del proyecto es la producción de biocombustibles y energía renovable para abaratar costos de producción y asegurarse la autosuficiencia.

Todavía en fase de desarrollo, los planes futuros contemplan el uso de biocombustible de producción propia para la maquinaria agrícola y la puesta en funcionamiento de plantas eólicas y solares para cubrir las necesidades energéticas de la cooperativa.

Una vez conseguido el autoabastecimiento, los planes futuros de producción de biocombustibles van más allá. “Estamos experimentando distintas mezclas de estas plantas para conseguir biokeroseno mezclando cultivos locales como la jatropha y la palmera de babazu con microalgas”.
“Si conseguimos la mezcla adecuada podemos convertirnos en productores de combustible de aviones para exportar, sin comprometer el uso del suelo para comestibles. Este combustible mejora la eficiencia de los motores y reduce las emisiones”.

"Un regalo para el medio ambiente"
A pesar de las ventajas medioambientales, Edson es consciente de que para conseguir el éxito del proyecto y la participación de los agricultores, la rentabilidad económica es imprescindible para su proyecto.

“Yo quiero probar que es un buen negocio para el pequeño, mediano y gran productor, porque reduce los costos al mínimo y es posible producir alimentos orgánicos más baratos que los alimentos producidos con agroquímicos. Esto va a motivar un cambio de mentalidad y la gente lo va a pensar dos veces antes de utilizarlos”.

“Los agroquímicos causan un enorme daño al medio ambiente y suponen el 40% de los costos de producción agrícola. Con mi sistema integrado se reduce el costo a la mitad y así el consumidor puede comprar alimentos sanos a precios razonables protegiendo, al mismo tiempo, la naturaleza”.

Es hora de decir adiós y abandonar los terrenos de la cooperativa. Mientras caminamos con Edson, con la ilusión de alguien que respira su trabajo, me sigue contando los secretos que se esconden tras los cultivos que vamos dejando a ambos lados de la pista. De un pequeño árbol me alcanza un puñado de acerolas. “Un regalo para ti y también para el medio ambiente”, me dice con una sonrisa antes de despedirnos.

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