martes, 19 de mayo de 2009

Salva el Mundo, ¡Adelgaza!

¿Quieres ayudar a que los polos no se derritan, el Amazonas no se convierta en una estepa desértica y el sur de Perú y casi todo Chile deriven en una sucursal del infierno? Compra un auto eléctrico. ¿No tienes dinero para eso? OK, aun queda algo que puedes hacer: adelgaza.

Así de simple (o de complicado).

Phil Edwards y Ian Roberts, investigadores de la London School of Hygiene & Tropical Medicine, aseguran que adelgazar puede hacer una diferencia debido a que la producción de alimentos es uno de los motores del calentamiento global. Desde ese punto de vista, sus cuentas parecen de Perogrullo: países como Vietnam, con la población delgada, consumen casi un 20% menos de alimento y emiten, en consecuencia, menos gases de invernadero que países con el 40% de sus habitantes definibles como “obesos”; sin ir más lejos, EE.UU.

Pero no se trata sólo de la producción de la comida. Si uno lo piensa bien, gente más delgada “gasta” menos energía al ser transportada. ¿Cuánto menos? Los investigadores estiman que mil millones de gordos que pasaran a ser no flacos, pero sí anularan su sobrepeso, ahorrarían ¡¡mil millones de toneladas de carbono (1.0 GT, Giga Tons) por año!!

Lamentablemente la tendencia, hoy, es la contraria: sean belgas, chilenos, canadienses, australianos, sudafricanos o argentinos, en la casi totalidad de las naciones del planeta el Índice de Masa Corporal (IMC) se va para arriba. En el caso de Inglaterra la situación resulta tan alevosa, que en un reciente capítulo de la mitológica serie de ciencia ficción “Dr. Who”, una civilización extraterrestre, camuflada bajo una corporación que presuntamente promueve pastillas para adelgazar exitosas, utiliza la grasa de los “flotadores” de los ingleses gorditos como incubadoras de unos pequeños aliens, absolutamente simpáticos. Cuando la villana detrás de la maniobra es confrontada por los héroes, les responde algo como: “¿Por qué no íbamos a hacerlo? Este lugar es un paraíso de la grasa”.

Edwards y Roberts coinciden. Entre 1994 y 2004, aseguran, en su país el IMC de un hombre promedio subió de 26 a 27,3: Y el de las mujeres de 25,8 a 26,9, ello equivale a alrededor de tres kilos. El problema se agudiza porque, a partir de cierto momento, subir de peso genera un efecto cascada: “Mientras más pesados se ponen nuestros cuerpos, más difícil y poco placentero resulta movernos en ellos y más dependientes nos hacemos de nuestros autos”, arguyen. Por eso “mantenerse delgado es bueno para la salud y bueno para el medioambiente. Necesitamos hacer mucho más de lo que estamos haciendo para revertir la tendencia mundial hacia la gordura y reconocerlo es un factor clave in la batalla por reducir las emisiones de carbono y atenuar el calentamiento global”.

Demasiada gente, demasiada grasa, demasiado CO2, demasiado monocultivo. Ojalá las buenas ideas para salir de este escenario inquietante también sean “demasiadas”.

Fuente: http://blogs.americaeconomia.com/lara/

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