domingo, 18 de enero de 2009

¿Y si se acaba el agua?

A pesar de que Lima está en medio de un desierto y que el futuro de nuestro recurso hídrico es incierto para cubrir la demanda en los próximos años, los limeños aún no entienden el grave problema que amenaza a la capital: cada vez tendremos menos agua e inevitablemente deberemos pagar más por ella.

Por Jorge Loayza

Un ejemplo, como dos gotas de agua, en el mismo distrito. Al mediodía, en pleno sol veraniego, la trabajadora del municipio de San Juan de Lurigancho, Francisca Anchivilca, riega el jardín central de la avenida Canto Grande con una manguera de la cual sale un potente chorro de agua potable. A diez minutos de ese lugar, en las faldas del cerro donde se ubica el asentamiento humano Jerusalén, para la señora Graciela Ñique el abastecimiento de agua no es obra de ningún milagro, compra un cilindro de un camión cisterna a cambio de S/.2.00. Cada gota es dinero, pero doña Francisca tal vez no lo sabe y sigue con la manguera en la mano como si estuviera en pleno carnaval.

Resulta increíble que en una ciudad que solo tiene cinco meses al año para almacenar su agua –entre diciembre y abril, la temporada de lluvia en la sierra central– cada habitante consuma en promedio 250 litros de agua al día, cuando en países como Alemania o Francia ese indicador oscila entre los 150 y 160 litros de agua por habitante. ¿Acaso vivimos rodeados de lagos y lagunas para desperdiciar ese líquido de manera tan irresponsable? El problema es que gran parte de los limeños no sabe que el agua se agota y se encarece.

La enfermedad de la gota
Según información de Sedapal, la capacidad de almacenamiento de agua durante los meses de lluvia es de 280 millones de metros cúbicos, sin embargo en la campaña 2007-2008 solo se pudo almacenar 260 millones de metros cúbicos y el año 2004 solo se llegó a los 158 millones de metros cúbicos, lo que originó un racionamiento en la ciudad. El presidente de Sedapal, Guillermo León, dice claramente: “Vivimos en una ciudad cuya fuente de abastecimiento es vulnerable porque dependemos de las lluvias”.
Y, si bien recientemente el gobierno ha firmado el contrato de concesión para construir el proyecto Huascacocha, que permitirá tener 68 millones de metros cúbicos adicionales de agua, la pregunta es: ¿hasta cuándo el agua que viene de los Andes podrá sostener el consumo de la capital?

Sobre el papel se estima que con el proyecto Huascacocha se podrá atender la demanda de agua para Lima hasta el 2015 o 2018 –si los limeños asumimos la responsabilidad y disminuimos nuestro consumo, pero sobre todo el derroche–. Luego se podría ejecutar el proyecto Marca II, que daría 120 millones de metros cúbicos más de agua. Sin embargo, el presidente de Sedapal señala la amenaza más grave sobre los caños limeños: el calentamiento global. “Ya tenemos evidencia de eso. Estamos perdiendo los nevados que abastecen la cuenca del río Santa Eulalia y que se conecta con Marcapomacocha. Lo que nos queda es aminorar los riesgos apelando a fuentes de abastecimiento que sean más seguras”, advierte.

El ingeniero Francisco Soto, asesor de recursos hídricos de la ONG Care Perú, hace hincapié en este aspecto. Para él, la influencia del cambio climático sobre las fuentes de abastecimiento de agua para Lima es fuerte. De acuerdo con información que maneja, nuestros Andes peruanos han perdido el 20% de glaciales en los últimos 25 años. “Mientras hay deglaciación se podrá tener mayor caudal, pero eso es engañoso porque querrá decir que los glaciales se están derritiendo más rápido, lamentablemente la fuente de agua se está secando y cuando haya la escasez va a ser crítica”, asegura.

Además, el especialista señala que la costa peruana está catalogada como una de las que más rápido va a ingresar a un proceso de escasez hídrica a nivel mundial, es decir que solo va disponer de mil metros cúbicos de agua por persona al año, pues el 80% de agua de la Cuenca del Pacífico proviene de glaciales que se están perdiendo. “Si eso lo llevamos a Lima nos va a afectar rápido porque ya se perdió el 20% de glaciales”, precisa.

Caño abierto
Pero el calentamiento global no es la única amenaza para el abastecimiento de agua para Lima. Hay problemas que son de hoy y que aún no se corrigen. El coordinador del Diplomado en Gestión Integral y Sostenible del Agua de la Universidad Católica, Flavio Ausejo, revela que Sedapal pierde en la red el 45% de agua que produce, es decir que de cada 100 litros, 45 litros no llegan a los usuarios finales registrados debido a las filtraciones por la antigüedad de las tuberías y al robo de agua. En Lima Norte se pierde el 50% de agua que distribuye Sedapal.

La única solución que hay frente a ese grave problema es renovar el 30% de los 10 mil kilómetros de tuberías de agua que Sedapal tiene enterrados bajo el suelo de Lima. El presidente de este organismo reconoce esa seria deficiencia, por ello espera que el Ministerio de Economía y Finanzas apruebe el proceso de licitaciones para rehabilitar –en un inicio– las instalaciones de agua ubicadas en Lima Norte con una inversión de 200 millones de dólares.

Flavio Ausejo sostiene que en la medida en que no se tomen acciones rápidas para una mejor administración del agua en la capital, las posibilidades de garantizar el abastecimiento de agua para Lima en el largo plazo se reduce de manera significativa. Por ejemplo, otra grave deficiencia es que solo el 15% de aguas residuales que genera Lima reciben tratamiento para ser reutilizadas.

La gran pregunta que hace es: ¿por qué hay gente que desperdicia el agua? La respuesta es porque no le cuesta. Del 100% de conexiones en Lima un 30% no tiene medidor y, en consecuencia, no paga lo que realmente gasta.

“El precio provoca determinado comportamiento en el ciudadano, lo que pasa con el agua es que no da la señal correcta de escasez. El agua debería tener un precio que refleje su verdadero valor y eso no ocurre, hay un argumento de connotación política que dice ‘el agua tiene que ser barata para que los pobres puedan acceder a ella’, eso es demagogia”, afirma.

En lo que coinciden los especialistas es que se necesita un nuevo esquema tarifario en el que haya equidad, que todos puedan pagar por el agua lo que les corresponde y que el subsidio sea más directo. Flavio Ausejo vaticina que con un nuevo sistema de tarifas, el metro cúbico de agua, que actualmente cuesta en promedio S/.1.20, va a tener que subir necesariamente aunque no sabe a cuánto. Tal vez, solo entonces, todos los limeños cambiaremos nuestros hábitos y nos daremos cuenta de que el agua sí cuesta. Y mucho.

Cifras
738 mil habitantes de Lima no reciben el servicio de agua potable.
60 soles mensuales gasta una familia que compra un cilindro de agua diario.
22 metros cúbicos por segundo se consume en Lima en verano.
1 dólar por metro cúbico de agua es la tarifa media en Sao Paulo, Santiago de Chile y Bogotá.

Desalinización: ¿una salida?
Para el presidente de Sedapal, Guillermo León, la alternativa más factible que le queda a Lima cuando el agua de los Andes no alcance para atender la demanda, es la desalinización del agua de mar.

“Lo creo firmemente porque es una forma de distribuir los riesgos, todo proyecto de trasvase está ligado a que haya lluvia o no, y al fenómeno de la deglaciación por el calentamiento global”, afirma. Si bien hace unos años el costo de desalinización era astronómico –100 dólares por metro cúbico– hoy ha bajado de manera significativa. El presidente de Sedapal indica que costaría entre 0.60 y 0.80 centavos de dólar el metro cúbico de agua desalinizada.

Para el ingeniero Francisco Soto el proceso de desalinización incrementaría el costo del agua en 100%. Por ello sostiene que esa alternativa es viable en los balnearios del sur, donde hay capacidad de pago, pero no para la gran población de Lima.

Fuente: Revista Domingo, diario La República

1 comentario:

Limber Reátegui dijo...

Muy de acuerdo en los puntos expuestos. Lima es una gran ciudad en medio de un desierto. Una opción a corto plazo, es efectivamente el incremento de tarifas, así como la mejora en la micromedición (implementación de medidores caseros), ya que de hecho, al no haber micromedición, la tasa de consumo de agua puede llegar, en algunos casos hasta 400 L/hab/día.
Como podemos ver, es un tema que no solo es técnico, sino también cultural